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“Sin dolor no existe nada”

Actualizado: 25 oct 2021

Jorge Lederman (1942), nació en Buenos Aires, Villa Crespo. Un judío converso al cristianismo, y es de la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta (FSAR) junto con su esposa Ana María.



Jorge tenía a su abuelo que, como rabino, lo llevaba a la Sinagoga para participar de las celebraciones. Creció en ese ambiente religioso, no solo judío, sino también cristiano. “Mi abuelo era rabino y siempre me enseñó a respetar a los católicos, porque en mi barrio había judíos y católicos, e incluso corría detrás de los curas para que me den medallitas. Y mi abuelo era amigo del sacerdote”, comenta Lederman.


Así fue creciendo y contrajo matrimonio a los 27 años, pero cinco años después enviudó, quedándose con una nena de apenas tres años. “Ahí empezó el sufrimiento”, lamenta Jorge. Él era técnico de televisión que prestaba sus servicios en diferentes casas del barrio. “Un día, una vecina me solicitó para reparar su televisor. Ella estaba en cama y, justo el día que acudí a su domicilio, el P. Francisco Hernández estaba dándola la comunión. Entonces, yo que estaba muy mal, le dije si sería tan amable de escucharme. ¡Porqué no!, todos los días a las 6 de la tarde (horario de misa), me dijo”, narra Jorge.


Es así que empezó su camino de conversión al cristianismo, asistiendo a misa y luego a catequesis. Un día el P. Francisco le preguntó si le gustaba eso, a lo que él respondió: “Vaya que sí me gusta; primero, es la continuidad de mis ancestros; y segundo, porque mi abuelo siempre me enseñó a respetar a los católicos”.

Recuerda con mucho agrado a su abuelo que un día le dio una lección para toda la vida, fue cuando “iba a despedir a un amigo suyo al cementerio, católico, y como llevaba una lámpara, me dice: que no se pase tu vida sin hacer algo por alguien, porque es como esta luz, que se prende y se apaga”. Y eso siempre lo tiene presente, que tiene que hacer el bien sin mirar a quien.


Me llevaron como a un delincuente y me sentaron en el banquillo de los acusados

Volviendo a su proceso de conversión, en la pascua de 1981, un 18 de abril (lo recuerda su hija), fue bautizado, confirmado y recibió la primera comunión. Acontecimiento que lo recuerda con mucho agrado y de lo cual dice estar “muy feliz hasta hoy”.

Más adelante contrajo matrimonio, después de superar unas pruebas también, porque desde el rabinato de Buenos Aires le hicieron un juicio civil y católico porque se iba a casar con una católica. “En el telegrama decía que no pertenecía más al judaísmo, y que no me iban a enterrar en ningún cementerio judío. Mi futura esposa se moría llorando”, recuerda Jorge. Y él, para darle tranquilidad, rompió el telegrama en pedazos y lo tiró a la calle. Después de ser juzgado y estar sentado en el Sanedrín, que “me llevaron como a un delincuente y me sentaron en el banquillo de acusados”, pudo celebrar la boda con Ana María, con quién tiene una hija, pero su hija de su primera esposa también la trata como madre desde el primer día, e incluso antes de estar casados.


Y desde 1983 pertenece a la Fraternidad Seglar Agustino Recoleta (FSAR). Recuerda con entusiasmo toda la tarea de evangelización que han realizado a lo largo de todos estos años, sobre todo, los retiros para matrimonios: “ Los casiciacos”.




 
 
 

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